
Corina era una hermosa mujer de origen irlandés, proveniente de una familia enriquecida, pero sin linaje. Por esa época, mantenía una historia de amor con un joven de alta alcurnia, hijo de Mercedes Castellanos de Anchorena, la que se oponía tajantemente a la relación y que logró que terminara porque consideraba a Corina una advenediza, una nueva rica que no provenía de una familia patricia. Despechada, humillada y decidida a tomar revancha, la joven elaboró una venganza sin sangre…pero con ladrillos. Nada desvelaba más a los Anchorena, que la construcción de la Basílica del Santísimo Sacramento (foto 2), templo realizado a pedido para que se convirtiera en el sepulcro familiar. Los Anchorena, vivían en el Palacio San Martín, (edificio en el que hoy se encuentra la Cancillería) y desde allí tenían una vista privilegiada de la iglesia. Sin embargo, la intención de la matriarca de la familia consistía en comprar un lote vacío que estaba
justo frente a la iglesia, para construir allí su nueva mansión y que la parroquia quedara así anexada. Dispuesta a golpear donde más duele, Corina Kavanagh redobló la apuesta. Vendió tres estancias en Venado Tuerto para comprar el terreno y edificar este rascacielos con aparentes fines comerciales pero con dos intenciones: frustrar los planes de su enemiga y tapar completamente la visión de la iglesia desde los ventanales de la mansión Anchorena.

Ubicado en Florida y San Martín, el Edificio Kavanagh fue inaugurado el 3 de enero de 1936 y, por aquella época, se convirtió en el rascacielos más alto de Latinoamérica con una altura de 120 metros. Su estructura de hormigón armado -la más grande del mundo por aquel entonces- fue proyectada por los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis de la Torre y construido en el tiempo récord de 14 meses. Cuenta con 33 pisos, subsuelo y azotea. Cada uno de los 113 departamentos tiene distintas comodidades y entrada privada. Los 13 ascensores, las 5 entradas independientes, las 5 escaleras locales en la planta baja y el estacionamiento resultaron una verdadera novedad para la época. De estilo racionalista –corriente tradicional de la década del ´30- ofrece comodidades como gimnasio, pileta, talleres de lavado y planchado, cámara frigorífica para pieles y alfombras, sistema telefónico central, depósitos de seguridad y aire acondicionado central, lo que refleja un estilo de vida al que muy pocos podían (y aún hoy pueden) acceder.
Paradojicamente, si hoy alguien quiere mirar de frente la actual basílica del Santísimo Sacramento, debe pararse en el pasaje... Corina Kavanagh.
Por Esteban Martínez
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